Diana es una mujer valiente aunque ella aún, no lo sabe. Vino a consulta porque sentía una ansiedad que no la dejaba estudiar. En ese momento estaba estudiándose unas oposiciones y cuanto más lo intentaba más venía la ansiedad a hacer acto de presencia. Era muy frustrante para ella, acostumbrada a ser una persona disciplinada y muy trabajadora.

Cuando vino a sesión recuerdo que ella dijo que sabía que había mucho que mirar bajo todo lo que le pasaba: una relación pasada que le dejó huella, unas relaciones familiares muy conflictivas, un síndrome del impostor que iba y venía cuando emprendía algo...pero Diana, jamás se imaginó el vuelco tan grande que iba a dar su vida en solo unos pocos meses de terapia.

Ella, es uno de esos casos en los que la persona está tan desconectada de sí misma que cuando sana parece ser otra persona casi completamente diferente, tanto, que a pesar de ser consciente de ello hasta a mi me sorprenderían todos los cambios que se atrevió a poner en marcha.

Lo primero que hizo Diana a las pocas sesiones fue dejar la oposición, algo que internamente quería hacer y no se permitía. Con ese paso, la ansiedad desapareció pero ella continuó con su búsqueda. Empezó a buscarse entre sus recuerdos de niña y se dio cuenta de que cuando se atrevía a imaginar metas sin que nadie despreciara sus ideas, ella soñaba con viajar. Sueños cortos y fugaces porque enseguida, una voz interior le hacía entender que eso no era para ella, que ella no sería capaz de vivir fuera de su país o de viajar por trabajo.

Desechando estas ideas Diana estaba alejada de sí misma, sin darle importancia a sus más profundos deseos, porque tenía una creencia que la tenía encarcelada: la idea de que había que ser buena persona, y que las buenas personas no miraban por sí mismas. A esta creencia brutalmente limitante se le sumaban bastantes más que fue integrando poco a poco creyéndose las críticas  que había recibido desde niña de familiares cercanos. Ella aprendió que sus sueños no tenían valor, que las cosas que le gustaban no eran más que tonterías. Con estas creencias a sus espaldas tomó decisiones que la alejaron de lo que ella era en realidad y pudo vivir así, hasta que la ansiedad la obligó a parar y a observar qué era eso que la estaba consumiendo por dentro.

Siempre digo que debemos agradecer a la ansiedad, porque viene para decirnos algo que nosotros no estamos escuchando. Y es cierto que su mensaje nos lo transmite de una forma muy incómoda, pero porque si no, no la escucharíamos con la atención necesaria.

Las creencias que mamamos desde niños nos las tragamos sin masticar y esto puede ser un problema cuando se trata de ideas que nos limitan y nos hacen daño. Nuestra responsabilidad de adultos es cuestionar aquello que pensamos, desechar lo que va en contra nuestra y reafirmar aquello con lo que sí que podemos sentirnos identificados.

Diana pasó por muchos altibajos, fueron momentos de miedo al empezar y decidir los cambios, momentos de ilusión al atreverse a dar los pasos, momentos de tristeza al conectar con el dolor de su herida y momentos de esperanza al verse crecer.

A Diana le costó desetiquetarse, comenzar a mirar por ella misma y sobretodo, ir contra lo que su familia esperaba. Pero una vez que comenzó a conocerse y a tomar sus propias decisiones se sintió libre, llena de amor, de energía y construyendo la vida que nunca se atrevió a soñar. 
Ahora es una persona nueva, y aunque a veces vuelve a luchar contra esas creencias que intentan frenarla ha aprendido a cambiar la forma de verse a sí misma y sobretodo a mirar por sus deseos.

Ha viajado a un país que jamás pensó que pisaría y lo ha hecho ella sola, como parte del nuevo proyecto que ha decidido emprender y poco le importan ya los comentarios a los que se somete cuando se aleja de las expectativas de los demás, lejos queda aquella mujer tímida, frustrada y perdida que vino a consulta con un nudo en el pecho y mucho miedo que vencer. 

Ahora, empieza a vivir la única vida donde puede sentirse ella misma, la suya propia.